García San Miguel, Julián, segundo marqués de Teverga

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Autor: Alberto del Río Legazpi*, escritor e investigador histórico (veáse biografía).
Fecha: 9 de septiembre de 2009

Julián García San Miguel** es uno de los más ilustrativos ejemplos que aplicarse puedan al personaje creado por el escritor Giuseppe Tomaso di Lampedusa, autor del primer best-seller italiano, El gatopardo. Novela donde está condensada con gran maestría la decadencia del mundo de la gran aristocracia en detrimento de una nueva clase social emergente, la clase media, dispuesta ya a tomar el relevo del poder. El director cinematográfico Luchino Visconti, basado en este libro y con el mismo título, realizó una espléndida película, interpretada por Burt Lancaster y Claudia Cardinale.

Era una clase media alta o acomodada, formada por comerciantes e industriales sin pedigrí de casta, sin ascendencia noble. Eso que el teórico social y pensador filosófico Carlos Marx llamó burguesía. Entre los nobles y los siervos había nacido una clase social intermedia que sería la que sacaría tajada de los tiempos que corrían entre siglos XIX y XX, cuando la nobleza estaba estudiando la geometría de los jardines botánicos, por ejemplo. Y así fueron excluidos del poder, oliendo a amapolas o a claveles. Y coincidiendo en el tiempo con la consistencia que comenzaba a tomar el movimiento obrero.

Ese relevo social sobrevino por la pujanza de la imparable revolución industrial, que fraguó un mundo nuevo, representado en Avilés por un personaje llamado Julián García San Miguel, segundo marqués de Teverga. Ejemplo de libro para ilustrar todo lo antedicho. A la vez que luce título nobiliario es elegido continuadamente como diputado radical por Avilés en la capital del reino. Algo que hoy resultaría contradictorio, o mejor chocante, era a finales del siglo XIX tan posible como cierto en Avilés, en aquel momento la ciudad asturiana más dinámica. Y eso es histórico.

«Es necesario que todo cambie para que todo siga igual», decía el novelesco héroe de Lampedusa. Una matemática regla social que se cumplió en nuestra ciudad: el advenedizo marqués de Teverga posterga a la nobleza tradicional encabezada por el marqués de Ferrera, personaje adormilado en sus laureles mientras le seguían «cayendo» millonarias rentas de sus formidables posesiones.

Y aprovechando la ocasión de otro letargo, éste de los Borbones, sus enemigos (guerra por medio, claro) aprovechan para coronar como rey de España al italiano Amadeo de Saboya. García San Miguel se declara partidario suyo y lo invita a visitar Avilés. En aquella estancia del nuevo rey (otro advenedizo) la nobleza rancia cuya cabeza visible era el marqués de Ferrera se niega a alojarlo en su palacio. Incidente que aprovecha San Miguel para albergarlo en la suya (situada en la esquina de la actual calle de La Cámara con La Muralla). Jugada maestra. Amadeo de Saboya concede a José, el padre de Julián, el título de marqués de Teverga.

José García San Miguel amasó una considerable fortuna con su flota de veleros, encabezados por el «Eusebia», su buque insignia. El negocio estaba basado en la importación de coloniales procedentes de Cuba y la «exportación», de emigrantes (en unas condiciones parece que lamentables desde el lado humanitario) a aquella isla.

Su hijo Julián, más fino por haber tenido acceso a una educación que las circunstancias sociales le negaron a su padre, se introduce en los ambientes de poder estatales. Los resultados son espectaculares si atendemos a los cargos desempeñados: director general de Beneficencia, subsecretario de Gobernación y finalmente ministro de Gracia y Justicia (entre el 6 de marzo de 1901 y el 19 del mismo mes de 1902), en un gobierno presidido por el liberal Sagasta, que alternaba con el conservador Canalejas. Hay que ver lo civilizada que fue la política en una pequeña parte de aquella época…

Perteneció también el segundo marqués de Teverga al Consejo de Estado, a la Real Academia de Jurisprudencia y, desde 1907 fue senador vitalicio. Durante su larga carrera política, García San Miguel, marqués de Teverga desde 1885 por muerte de su padre, estuvo vinculada a muchas empresas y realizaciones asturianas, entre otras la construcción del ramal del ferrocarril a Avilés, que fue inaugurado en 1890. Así como al nacimiento del puerto de Avilés en la dársena de San Juan de Nieva.

Que quede constancia, por tanto, del protagonismo que tuvo el marqués de Teverga en el progreso avilesino de finales del siglo XIX, cuando se buscaba el camino hacia una ciudad industrial, en conjunción con los capitales de indianos que invirtieron en explotaciones radicadas en Avilés. Luego eso se frustró, aunque esa es otra novela.

El libro Avilés: Noticias históricas*** es el principal trabajo editorial de Julián García San Miguel, que siguió ligado —con maneras más delicadas— a los negocios mercantiles, heredados de su padre. Pero sus continuados triunfos electorales, que duraron más de veinte años, como diputado en Madrid fueron pudriendo su situación política al abandonarse al continuismo, lo que propició el asentamiento del caciquismo en sus filas, las corruptelas y el acabose.

Y así finiquitó el marqués, en desenlace propiciado por otro personaje, de apellido Pedregal, que le merendó el bocadillo político. Pero ésa es otra historia.

NOTAS

(*) Este texto fue publicado también por su autor en el diario La Nueva España de Oviedo (serie «Galería de personajes del Avilés milenario»), el sábado 5 de marzo de 2005, bajo el título «Teverga, el marqués del progreso avilesino».

(**) Este político y escritor, que nació en Avilés (Asturias) en 1841 y murió en Olmedo (Valladolid) en 1911, estudió Leyes en la Universidad de Oviedo y se doctoró en Madrid en 1865 con una notable tesis sobre la legislación histórica española relativa a la institución matrimonial. Durante el primer periodo de su vida –que coincide con el ejercicio de la abogacía en Oviedo y de la docencia como profesor en la Universidad ovetense, así como con su pertenencia a la Comisión de Monumentos— colaboró asiduamente en la prensa regional, especialmente en El Faro Asturiano, donde publicó unos artículos muy eruditos y razonados a propósito de la polémica suscitada alrededor de la autenticidad del Fuero de Avilés, en la que participaron los más notables historiadores, filólogos, paleógrafos de la época.

(***) Además de dicho libro, publicó, entre otras, las siguientes obras: La representación parlamentaria, el sufragio obligatorio y el referéndum (Madrid, 1907) y La reforma penitenciaria (Madrid, 1901). Asimismo, es autor de numerosos discursos parlamentarios y artículos en periódicos y revistas de Asturias y Madrid.

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