Cristóbal López, un avilesino en la conquista de América

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Cristóbal López, un avilesino en la conquista de América | Etnografía | El concejo | Varios | Avilés | Comarca de Avilés | Centro de Asturias | Costa de Asturias | Asturias | Principado de Asturias | España | Europa.

Descripción

  • Autor: Ramón Baragaño*, escritor e investigador.

El efecto que tuvo en Avilés la campaña de la conquista de La Florida, en 1565, por parte de Pedro Menéndez fue sin duda muy grande. Como consecuencia de ello, muchos avilesinos se embarcaron hacia América, y entre ellos estuvieron Cristóbal López y su hermano o hermanastro Pablo de Avilés. No sabemos exactamente en qué fecha pasaron al Nuevo Mundo estos dos avilesinos, pero sí que en 1596 se encontraban ambos en la ciudad de México y que se alistaron como soldados para la conquista de Nuevo México, extensa región del sudoeste de Norteamérica que había sido ya explorada oficialmente por Francisco Vázquez de Coronado (1540-1542), Francisco Sánchez Chamuscado (1581), Antonio Espejo (1582), y extraoficialmente por Gaspar Castaño de Sosa (1590) y Francisco Leyva de Bonilla-Antonio Gutiérrez de Humaña (1594).

 

Pocos datos conocemos de Cristóbal López, hasta ahora un personaje desconocido que fue descubierto por José Ramón Martínez, Rogelio García y Secundino Estrada en su obra ´Historia de una emigración: asturianos a América, 1492-1599´, notable investigación realizada en numerosos archivos y bibliotecas con motivo del quinto centenario del descubrimiento de América (1992), que lamentablemente permanece aún inédita. En dicha obra se cita una ficha, confeccionada en 1597, en la que el propio Cristóbal López declara ser hijo de Domingo López de Avilés y haber nacido en esa villa asturiana hacía cuarenta años, es decir, en 1557. En la misma referencia se especifica además que Cristóbal López «era de buen cuerpo, grueso, moreno, barbinegro, con una cuchillada encima del ojo izquierdo». Nada se puede añadir a estas escasas noticias, ya que por esos años todavía no se habían empezado a escribir los libros de bautismos parroquiales, que se inician muy a finales de esa centuria.

El soldado avilesino Cristóbal López tuvo una destacada y valerosa actuación durante la colonización de Nuevo México que mandaba el gobernador Juan de Oñate, quien organizó a tal fin una caravana compuesta por 210 soldados-colonos que, unidos a sus familiares (mujeres e hijos), a los frailes, a los indios y a los esclavos negros, alcanzaba en total la suma de 400 personas. Llevaban caballos, un rebaño de ganado de 7.000 cabezas y 83 carros para transportar las provisiones y el equipaje. Tras una larga demora de dos años, la expedición, en la que figuraban también los soldados avilesinos Pablo de Avilés (hermano o hermanastro de Cristóbal López) y Juan Álvarez, se puso por fin en marcha el 26 de enero de 1598 desde la localidad de Santa Bárbara, al sur de Chihuahua. El 26 de abril cruzaron el río Grande (frontera actual entre México y los Estados Unidos de América) por el lugar que hoy se llama El Paso. Días después, Oñate tomó posesión de todo aquel extenso territorio en nombre del rey de España y, para celebrarlo, hubo un gran festejo en el que no faltó una obra de teatro, la primera que se representó en ese país. El 1 de mayo la caravana emprendió rumbo norte y penetró en el actual estado de Nuevo México, entrando en contacto con diferentes grupos de indios pueblo que los recibieron amistosamente.

El 24 de junio se presentaron a los españoles tres indios, uno de los cuales emitió, con gran sorpresa de aquéllos, varias palabras en castellano. Interrogado el indio en cuestión, añadió sólo dos palabras, Tomás y Cristóbal, dando a entender con gestos que eran dos indios cristianos que residían cerca de allí. Oñate organizó una patrulla, entre la que se encontraba Cristóbal López, para traer a dichos indios. Tras cabalgar durante cuatro días llegaron en plena noche al lugar donde vivían Tomás y Cristóbal. Gracias a los guías indios que les acompañaban descubrieron pronto las casas de los indios cristianos, que en un audaz golpe de mano fueron capturados por Cristóbal López y algunos soldados más y llevados ante la presencia de Oñate. Contaron que eran indios mexicanos que iban en la expedición de Gaspar Castaño de Sosa, y que se quedaron allí cuando los españoles regresaron. Tomás y Cristóbal, que conocían el idioma castellano, el mexicano y el de los indios pueblo, serían de gran utilidad para el propósito de los españoles de comunicarse con los indígenas y colonizar el extenso territorio.

La expedición continuó su viaje y el 7 de julio de 1598 Oñate logró reunir a los siete principales jefes indios de la región, a quienes convenció para que aceptasen la autoridad del rey de España. Llegó entonces la hora de fundar la capital de la colonia, que se fijó en el pueblo de Caypa, a unos 55 kilómetros de la actual ciudad de Santa Fe. Fue rebautizado con el nombre de San Juan de los Caballeros y allí se presentó ante Oñate un indio que dijo llamarse José o Jusepe, que venía huyendo de los españoles que habían entrado en Nuevo México en 1594 con el capitán Leyva Bonilla, asesinado después por el soldado Humaña, que se hizo con el mando de la expedición y que cometió muchas crueldades. El indio Jusepe anduvo vagando por los actuales estados de Kansas y Nuevo México, hasta que se enteró de la presencia de las gentes de Oñate. En las semanas siguientes se reconocieron los territorios cercanos, hasta que sólo quedaron por explorar las extensas praderas del oriente, dominio de las tribus apaches y de las manadas de bisontes. De esta tarea se iba a ocupar el sargento mayor Vicente de Zaldívar, con 50 soldados elegidos, entre los cuales figuraba el avilesino Cristóbal López.

El 15 de septiembre de 1598 la expedición española de reconocimiento, guiada por Jusepe, salió de San Juan de los Caballeros. Tras varios días de marcha llegaron a las orillas del río Gallinas, donde tropezaron con una partida de indios apaches, que se mostraron pacíficos e incluso uno de esos guerreros acompañó a los españoles hasta las grandes praderas donde pastaban los bisontes. El 28 de septiembre Cristóbal López vio el primer bisonte de su vida y varios días después el número de cabezas iba aumentando considerablemente, hasta que dieron con un rebaño de unos 4.000 y un campamento de caza apache, compuesto por 50 tiendas (tipis) confeccionadas con pieles de bisonte, curtidas y pintadas. A los expedicionarios les extrañó ver que los indios utilizaban a los perros como pequeñas bestias de carga.

Dos días después divisaron una enorme manada de unos 100.000 bisontes. Vicente de Zaldívar, Cristóbal López y sus compañeros se dedicaron entonces a la caza de estos animales, utilizando los caballos. Les sorprendió agradablemente el buen sabor de la carne de bisonte, tan buena o mejor que la del ganado vacuno. Durante varios días intentaron infructuosamente capturar algunos ejemplares para llevarlos a San Juan de los Caballeros. Asumido su fracaso, se pusieron de nuevo en viaje a través de la enorme pradera, encontrándose con nuevas manadas de bisontes y algunas señales del paso de los hombres de Humaña. Sin haber llegado al final de la extensa llanura, emprendieron viaje de regreso a la capital del territorio, adonde llegaron, con un cargamento de carne y pieles de bisonte, el 8 de noviembre.

Casi un mes más tarde, un suceso inesperado vino a perturbar la tranquilidad de los expedicionarios En el pueblo de Acoma fueron asesinados por los indios trece soldados que mandaba Juan de Zaldívar, hermano de Vicente, por lo que Juan de Oñate, que siempre procuraba eludir la violencia, se vio obligado a enviar una expedición de castigo, con el fin de evitar que los restantes 30.000 indios, de diversas etnias, que poblaban la región se alzasen contra el dominio español. Setenta soldados seleccionados cuidadosamente, entre los cuales figuraba Cristóbal López, partieron el 12 de enero de 1599, al mando del sargento mayor Vicente de Zaldívar, para realizar la misión. El día 21 de ese mismo mes llegaron a Acoma, pueblo indio edificado en una meseta en lo alto de un farallón de cien metros de altura, a medio camino entre las localidades de Zuñi y Albuquerque. El poblado de los indios pueblo contaba con unas 500 casas hechas de adobe y con dos o tres pisos cada una. En opinión de Oñate, era «la mejor fortaleza de toda la cristiandad». Su único acceso era un angosto sendero excavado en la roca que se estrechaba a medida que ganaba altura, lo que obligaba a caminar de uno en uno. En el último tramo había que trepar por una pared vertical de cinco metros, para lo que era necesario poner los pies y las manos en agujeros excavados en la propia roca.

En Acoma vivían unos 6.000 indios, la mayoría de la etnia pueblo, reforzados con guerreros moquis y 200 navajos, que se sentían muy seguros en su fortaleza, ya que contaban con reservas de víveres y agua para varios meses. Vicente de Zaldívar los exhortó por tres veces a deponer su actitud rebelde y a que entregaran a los culpables de la muerte de los españoles. Una lluvia de flechas, lanzas y piedras fue lo que recibió por respuesta. El sargento mayor trazó entonces un plan para tomar Acoma: mientras el grueso de sus hombres simulaba un ataque al más alto de los farallones, donde se alzaba el pueblo, el resto de sus soldados, al mando del propio Zaldívar, escalaría otro cerro para sorprender a los defensores por la espalda. Para esta arriesgada misión fueron elegidos once de los mejores soldados, entre los cuales estaba una vez más Cristóbal López. El 22 de enero de 1599 comenzó la desigual batalla. Los españoles conquistaron la cima que se alzaba frente a Acoma y por la noche lograron tender un tronco a modo de puente para pasar a la fortaleza, en la que encontraron una feroz resistencia. En un momento determinado se perdió el improvisado puente, por lo que una parte de los soldados españoles quedaron aislados. Afortunadamente Gaspar de Villagra, de un salto prodigioso, salvó el abismo, cayó del lado de los sitiados y colocó un nuevo tronco por el que pasaron inmediatamente Zaldívar, Cristóbal López y algunos soldados más en ayuda de sus compañeros. La batalla se generalizó por todo el pueblo y los indios se defendían casa por casa, pero los españoles, con la eficaz ayuda de dos pedreros (pequeños cañones que disparaban bolas de piedra) y el incendio de muchas de las viviendas, consiguieron al fin una de las victorias más sonadas de la conquista de Norteamérica. En total murieron 680 indios y otros 600 fueron hechos prisioneros.

Cristóbal López sufrió varias heridas en esta famosa batalla, en la que tuvo un destacado y valeroso papel. De lo que le aconteció después al avilesino, José Ramón Martínez, Rogelio García y Secundino Estrada, en su obra inédita ´Contribución de Asturias a la conquista y colonización de América (1492-1599)´, suponen que acompañó a Vicente de Zaldívar en la expedición que cruzó los estados de Arizona y California. En junio de 1601 acompañó seguramente a Juan de Oñate, con cerca de cien soldados, en la búsqueda del mítico reino de Quivira, expedición en la que recorrieron las tierras de Texas, Oklahoma, Kansas, Iowa y Nebraska, tras lo cual regresaron a Nuevo México. Se ignora si Cristóbal López volvió a España o murió en América.

Nota

(*) Este texto fue publicado también en el diario La Voz de Avilés-El Comercio, en dos entregas, los sábados 27 de noviembre y 4 de diciembre de 2010, y con el mismo título, en la sección «Pliegos del alfoz», que Ramón Baragaño dedica a investigaciones locales.

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«Monumento Natural de la Playa de Gulpiyuri: Esta singular playa se encuentra en la localidad de Naves, en Llanes. Lo que la hace especial es que está situada tierra adentro, a unos 100 metros de la costa, y se forma mediante una cueva subterránea que conecta con el mar. Es un lugar impresionante que debes visitar.»

Resumen

Clasificación: Etnografía

Clase: El concejo

Tipo: Varios

Comunidad autónoma: Principado de Asturias

Provincia: Asturias

Municipio: Avilés

Parroquia: Avilés

Entidad: Avilés

Zona: Centro de Asturias

Situación: Costa de Asturias

Comarca: Comarca de Avilés

Dirección: Aviles

Código postal: 33402

Web del municipio: Avilés

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