Historia creciente, geografía menguante

Avilés › Asturias

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Ruta GPS

Teléfonos: Oficina de turismo

985 544 325

 

Datos básicos

Clasificación: Etnografía

Clase: El concejo

Tipo: Varios

Comunidad autónoma: Principado de Asturias

Provincia: Asturias

Municipio: Avilés

Parroquia: Avilés

Entidad: Avilés

Comarca: Comarca de Avilés

Zona: Centro de Asturias

Situación: Costa de Asturias

Dirección: Aviles

Código postal: 33402

Cómo llegar: Historia creciente, geografía menguante

Dirección digital: 8CMPH35G+82

E-mail: Oficina de turismo

E-mail: Ayuntamiento de Avilés

Sobre Avilés: Cosmopolita, marinera, medieval, dinámica y metropolitana, así es la ciudad de Avilés y su entorno.

Tipo de turismo: accesible, arquitectónico, carreras de montaña, cementerios, cicloturismo, compras, costero, cultural, espacios protegidos, eventos, gastronómico, industrial, lgtb, marítimo o de cruceros, monumental, negocios, ornitológico, religioso, reuniones y congresos, rural, seminarios y convenciones, sol y playa, urbano o de ciudad y viajes de incentivo.

 

Historia creciente, geografía menguante

Nota: No disponemos de foto de Historia creciente, geografía menguante, mostramos un detalle del mapa de la zona. Si observa algún error en el contenido, agradecemos use el formulario que hay a pie de página.

Descripción:

  • Autor: Alberto del Río Legazpi*, escritor y periodista asturiano.

En ningún tiempo de la historia avilesina, su sosegada geografía ha sido tan cambiante como en el actual. Aquí van dos ejemplos.

En 1950, el Estado español creaba la Empresa Nacional Siderúrgica Sociedad Anónima, o sea ENSIDESA, para abastecer a España de acero, instalándola, mayormente, en la margen derecha de la ría de Avilés.

Por aquel entonces la villa asturiana contaba con cerca de 20.000 habitantes y su Ayuntamiento manejaba un presupuesto anual de 3.325.063,68 pesetas (19.984,04 euros). A partir de entonces se produjo una descomunal explosión demográfica social, económica y cultural. Un episodio aparte.

La instalación de la gran siderúrgica -que a efectos de imagen se resumía en aquellos cuatro hornos altos colocados en línea recta- cambió para siempre la vida de la ciudad y es sin duda el acontecimiento más importante de nuestra historia, aunque algunos se empeñen en borrar (mejor dicho: volar) sus más valiosas huellas.

ENSIDESA tuvo varias décadas diferenciadas en su trayectoria. La de los años 50 fue la de su puesta en marcha, con miles de inmigrantes llegados a la villa; la de los 60, la del monopolio, producción masiva y malos humos contaminantes; la de los 70, la de malos humores, crisis mundial y conflicto sindical; la de los 80, la reconversora, o «tente mientras cobro»; la de los 90 fue la privatizadora que destruyó valiosísimas instalaciones sin orden ni concierto. Y, hoy ArcelorMittal, la de «Virgencita, virgencita, que me quede como estoy».

Tantas cosas cambió aquella ENSIDESA, que primero descuajeringó el plácido paisaje de Avilés con sus instalaciones. Y cuatro décadas más tarde lo volvió a descomponer con la desaparición de las mismas, cuando ya habían alcanzado la distinción ciudadana.

Se eclipsó aquel horizonte de grandeza que definía (a la vez que acoquinaba, la verdad sea dicha) a la ciudad. Porque nos fumaron el gótico industrial, o sea aquellos cuatro hornos altos -bautizados con nombres femeninos como manda la tradición siderúrgica- que tanto afumaron pulmones y tiñeron de gris polvoriento aquella villa histórica, reconvertida en afamada capital industrial europea. Y fue así como de «Horizontes de grandeza» pasamos a «Horizontes perdidos». De película.

También de cinemascope -y de miles de fotos- fue lo que ocurrió, años más tarde, en 2003, cuando en pleno centro de la villa se produjo un repentino y milagroso nacimiento de paisaje. Fue en el barrio de Sabugo, que ni es puñetero, y ni huele a besugo, ni a suelas de zapatero -como se empeña en cantar la copla- donde brotó un nuevo paisaje, al derribar una manzana de casas. Y nos descubrió un paisaje urbano esplendoroso.

Pero lo singular suele ser efímero y la exhibición estética, la contemplamos contra reloj, porque iba siendo borrada a medida que ganaba altura y anchura la obra civil, que ocupó el sitio de la derribada manzana.

Pero fue un prodigio histórico que contemplamos, pasmados, y en formato 3 D. Vimos lo nunca visto, que abarcaba desde el recién descubierto costado derecho de la iglesia nueva de Sabugo, incluidas sus torres, a los preciosos edificios de la calle Rui-Pérez. Y entre ambos costados, la cara de ese espectacular edificio modernista, de principios de siglo XX, de la calle La Florida.

Aquello fue algo mágico, un refocile histórico. Y si este desahogo urbano fue la leche, fresca, lo de aquella ENSIDESA (y lo que resta de ella), la leche en polvo.

Total, que unos abaten la historia y otros le suben las faldas, destapándola, aunque fugazmente eso sí, que no conviene excitarse. No están los tiempos para calenturas, que la cosa ya está que arde, con bolsas, Montoros y mercados echando humo.

¿El último que apague la luz? De eso nada. Hay mucho de caos financiero a plazo fijo y un desmedido terror mediático.

Y en Avilés sabemos, por experiencia, que nunca llovió que no escampara. Niemeyer incluido, claro.

Nota

(*) Este texto está publicado también en el diario La Voz de Avilés-El Comercio, con fecha 20 de mayo de 2012, el mismo epígrafe y el subtítulo «Es el Avilés que pudo haber sido y no fue. El visto y el que nunca volverás a ver», que Alberto del Río dedica a aspectos históricos, artísticos, biográficos y costumbristas.

Historia de Avilés

Las primeras noticias de la presencia humana en el concejo datan de la Prehistoria. Por los pocos restos que nos han llegado —un hacha del Paleolítico Inferior y tres del Neolítico, estas últimas encontradas en La Rocica—, esta presencia fue más bien escasa. Se desconoce, igualmente, si en el concejo existieron castros. Hay mucha vaguedad también sobre el origen de Avilés. Se supone que proviene de un asentamiento romano cuyo poseedor se llamaba Abilius. Se han encontrado escasos y dispersos materiales de ese período: un capitel de mármol, de orden corintio, reutilizado como pila bautismal en la iglesia de San Nicolás de Bari, y monedas romanas en la ría, Sabugo, Llaranes y La Carriona.

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